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Yo también hablo chapurreat

Difícil y polémico tema el de las lenguas en Aragón. Pero viendo en las últimas semanas los artículos, cartas y opiniones acerca de esta cuestión, me pregunto, ¿por qué no se escucha a los verdaderos protagonistas de esta historia? Es decir, a los hablantes maternos de modalidades aragonesas, que, en definitiva, son los que van a sufrir o disfrutar si llega una ley de lenguas. En el año 1995 la Universidad de Zaragoza publicó un Estudio Sociolingüístico de la Franja Oriental de Aragón encargado por el propio Gobierno de Aragón en el que los resultados eran demoledores.

El 90% de los ciudadanos de las comarcas del Aragón oriental denominábamos a nuestra lengua materna como “chapurreat” o bien con gentilicios locales. Es decir, el 90% de los aragoneses de la zona oriental tenemos claro que hablamos diferentes modalidades lingüísticas aragonesas, NO catalán. El estudio también informaba que el 75% de los habitantes de la zona oriental de Aragón no queríamos la cooficialidad del catalán. Con todos estos datos, ¿quiénes realmente son los que quieren que el catalán sea lengua propia de Aragón? Fácil respuesta. Las asociaciones catalanistas censadas en Aragón pero que operan bajo el paraguas del nacionalismo catalán y de un supuesto nacionalismo ¿aragonés? de CHA son las entidades que quieren que el catalán se imponga en nuestras comarcas orientales con la consecuente desaparición de nuestras verdaderas modalidades aragonesas. Con la imposición del catalán simplemente se habrá dado un paso más para la creación de esa, hasta ahora entelequia, nación de los “Països Catalans”.

En el año 2004, el investigador literano Julián Naval mostró documentación del siglo XII extraída del Fuero de Jaca mediante la cual demostraba que en esa época en Jaca, Huesca, y otras poblaciones aragonesas existía una modalidad lingüística muy similar a la que hoy seguimos conservando y hablando en la zona oriental. La pregunta es clara: Si la zona oriental habla catalán, Jaca hablaba catalán. Y si, como parece lógico, la Jaca del siglo XII no hablaba catalán, eso determina que nuestras modalidades lingüísticas de la zona oriental tampoco son hoy catalán, sino modalidades aragonesas. Curioso que la gran mayoría de los hablantes de esas modalidades denominemos “chapurreat, chapurriau”. Hay quienes por ignorancia o, por mala fe, quieren extender la idea de que es término es peyorativo y sinónimo de auto-odio. Nada más lejos de la realidad. La denominación de “chapurreat, chapuriau” es sin duda una marca de originalidad y cariño hacia nuestro idioma, el cual diferenciamos de catalán y castellano. Es decir, “chapurreat, chapurriau” es para nosotros sinónimo de lengua aragonesa, de nuestra lengua aragonesa.

Ya estamos hartos que desde los despachos de Barcelona y Zaragoza quieran decir lo que hablamos y cómo lo hablamos. Si durante siglos hemos conservado y usado nuestra lengua aragonesa en la zona oriental, ¿por qué ahora quieren sustituirla por el catalán y acabar así con una tradición secular? ¿Quiénes lo reivindican? ¿Por qué nuestros políticos no proponen, ahora que está tan de moda, realizar un referéndum en la zona oriental de Aragón? ¿Tienen miedo a que la gente expresemos nuestra negativa a identificar como catalán nuestra lengua? ¿Tienen miedo a que la gran mayoría digamos que queremos seguir hablando y escribiendo en nuestras modalidades y no en catalán? ¿Tienen miedo a que afirmemos que “chapurreat, chapurriau” y castellano conviven en una perfecta armonía y bilingüismo? ¿Por qué no crean una Academia de la Lengua Aragonesa que acoja a todas sus modalidades, tanto de la zona norte como de la zona oriental? ¿Por qué quieren que el Institut d’Estudis Catalans, el mismo que se opone a que los bienes sacros vuelvan a nuestras parroquias, sea la institución que regule nuestra lengua? Por suerte, cada vez somos más las personas y las asociaciones aragonesas que dejamos en casa nuestros complejos y defendemos públicamente la aragonesidad de nuestra lengua.

Si alguien quiere realizar una ley de lenguas, primero de todo debería reunirse con todas las asociaciones y colectivos afectados, y escucharlos, quizá entonces se daría cuenta de que quien quiere esa regulación jurídica de la lengua vecina puede ser un porcentaje que no llegue ni al 10% de los afectados, como demostraba el trabajo científico citado anteriormente. Entonces, me pregunto, ¿serán capaces de hacer una ley lingüística contra el 90% de los afectados? Yo creo que no y espero que recapacitemos todos. Para concluir, ¿qué mejor que una cita del Comisariado Lingüístico del propio Consejo de Europa?: “A la hora de determinar la política en materia de lenguas regionales o minoritarias, las partes tomarán consideración de las necesidades y deseos expresados por los grupos que usan tales lenguas.

FACAO

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